Isabel, una de las responsables de GB en Orense, ha estado con Sheyla. Yo he hablado por teléfono con ella varias veces estos días. No la conozco personalmente, pero la imagen a la que la asocio es esta margarita.
Y éste es Monteagudo. Os hablé de él cuando leyó su macarrónico discurso de entrada en la Real Academia Galega. ¿Qué tienen en común Sheyla y este señor? Nada. Y ese, precisamente, es el motivo por el que los he reunido hoy en el blog.
Sheila es una joven que quiere ser profesora de Infantil. Ha vivido hasta ahora en Madrid, pero su novio ha encontrado un empleo en Orense, y como están muy enamorados y no quieren separarse, Sheila se ha buscado aquí un trabajo por horas, se ha matriculado en el Ciclo Superior de Educación Infantil, y se ha venido con él. Hace unos días su madre me llamó muy preocupada. Como tanta gente, ella y su hija creían que el problema de la imposibilidad de estudiar en español solo les afectaba a las personas que viven en Cataluña, así que se llevaron una desagradable sorpresa cuando al comenzar las clases, Sheyla se dio cuenta de que no iba a poder seguir el curso con provecho, porque muchas asignaturas, las de más peso, se imparten en gallego. Como lo más importante no era comenzar a redactar denuncias sino encontrarle a la chica una solución, hablé con la Jefe de Estudios; le recordé que el Decreto establece un 50% de asignaturas en cada idioma y que Sheyla, por proceder de otra comunidad autónoma, tiene derecho a un trato especial. Ya en 1994, una sentencia del Constitucional dejó bien claro que no es constitucional impartir la enseñanza en una lengua regional cooficial a un alumno cuando no la conoce, de manera que su rendimiento académico sea apreciablemente menor al que tendría si le fuese impartida en español. También le dije que sería de gran ayuda que le facilitaran los apuntes en español y que no le pusieran trabas para expresarse oralmente y por escrito en esta lengua. La Jefe de Estudios me dijo que aún no se había hecho el reparto definitivo de asignaturas por idioma, que lo harían en una próxima reunión, y me aseguró que iban a intentar facilitarle las cosas a Sheyla. Después hablé con la Xunta y se comprometieron a hacerle un seguimiento a su caso.
Mientras esperamos a que el asunto se arregle y Sheyla se las va apañando gracias a la amabilidad de una compañera que le hace de traductora simultánea, la joven me va contando sus impresiones y lo que va sucediendo. Como no está mediatizada por el trabajo de concienciación nacionalista que se ha estado llevando a cabo durante tantos años en Galicia, ella habla desde la inocencia, desde la frescura del que ve la situación con la óptica del sentido común. Durante estos días ha oído de todo, por ejemplo, que si se hubiera ido a Inglaterra tendría que aprender en inglés, o que lo que le pasa es que no quiere aprender gallego. Ella les responde que es española y que ha venido a estudiar a una parte de su país, o que lo que quieren es darle la vuelta a la tortilla, convirtiéndola a ella en culpable. Lo que Sheyla no sabe, es que aquí los volteadores de tortilla suelen aparecer cuando haces valer este tipo de derechos. Te los puedes encontrar, por ejemplo, cuando pides un documento en español. "Le tienes manía al gallego", te dicen. Si por una rareza del destino aparece un documento o una señal sólo en español, el razonamiento es el mismo "le tienen manía al gallego". En uno de sus ratos libres en la escuela, Sheyla incluso se atrevió a comentar que se le estaba pegando el acento gallego y que le daba pena perder el suyo. Menos bonita le dijeron de todo, y ella, inocente y cándida como una margarita sin abono químico ni sulfato, les respondió que no deberían considerar su comentario como una ofensa, que a ella también le parecería lógico que ellos no quisieran perder su acento de Orense tras vivir en Chamberí. Lo que Sheyla no sabe es que en Galicia, esto de las ofensas lingüísticas funciona sólo en un sentido. Aquí se considera normal, por ejemplo, que se les diga a los alumnos castellano hablantes que debería darles vergüenza no hablar gallego, o que los niños arrullados en esta lengua son más afortunados que aquellos arrullados en español. De esto, una servidora ha sido testigo.
De Henrique Monteagudo también hemos sabido esta semana. Roberto Blanco Valdés publicó un artículo en La Voz de Galicia en el que llamaba la atención sobre el hecho de que a pesar de las imposiciones llevadas a cabo en los últimos años, y de la millonada invertida, la gente habla cada vez más español. Cuando se publica algo así, sobre todo si el atrevido es una persona como Blanco Valdés, respetada y con muchos seguidores, las alarmas en el mundillo de la causa impositora suenan rabiosas, y algún gurú asoma la cabeza para intentar amortiguar el mensaje. No les importa que se note que se han indigestado; lo urgente es que sus cuerpos se liberen de la bilis acumulada. Monteagudo fue el agente purgativo en esta ocasión. Esa misma tarde, La Voz de Galicia publicaba en digital a toda prisa un artículo suyo titulado "É de Xustiza". En él pretendía convencer al personal de que las leyes que afectan a la lengua en la Educación vienen dictadas por un Ser Supremo, como las tablas de la ley, "olvidando" que los jueces sentencian sobre las leyes que aprueban los gobiernos, y que con una ley diferente, diferente sería la sentencia. Monteagudo se expresó así (traduzco):
"La sentencia mostró la falta de fundamento legal de la filosofía en que se inspiraba el decreto, plasmada en un par de eslóganes: la denuncia de una pretendida "imposición del gallego" y la reivindicación de una "libertad de lengua" por lo visto en peligro. Sin embargo el TSXG puso o ramo a un debate público a lo largo del cual, la inconsistencia moral, científica o política de tal filosofía ya quedó rotundamente en evidencia". A continuación habla de los desprecios al gallego y de los infiernos a los que lo quieren arrojar.
Monteagudo y Sheyla no tienen nada en común. Ella es una joven que está viviendo las consecuencias de una política lingüística injusta y disparatada; él es un ejemplo palmario de la casta que durante los últimos años ha estado ideando todo un pseudo-argumentario para acabar con la libertad de elección de lengua, algo que deja en el camino a víctimas colaterales como Sheyla. Ella habla desde el sentido común, él desde la diarrea mental más histriónica, manipuladora e inconsistente. Ella puede ver su futuro seriamente afectado por una política lingüística que ha convertido a España en una rareza mundial. Él ha ligado su futuro a la imposición. Cofundador de un partido nacionalista, es miembro de la Real Academia Galega, del Consello da Cultura y del Centro Ramón Piñeiro. Es uno de esos cuatro o cinco personajes que no suelen faltar en cuanto sarao de la cultura oficial se organiza, y que dedica su pluma a machacar la posibilidad de que nuestros jóvenes, y de los ciudadanos en general, puedan educarse de la forma mas provechosa y con respeto a los derechos lingüísticos de todos. Y todo esto lo hace desde el púlpito de una presunta superioridad moral y científica. En el margen derecho del blog he puesto los dos artículos. Sobre el primero he escrito : El sentido común de Blanco Valdés, sobre el segundo: Las payasadas de Monteagudo. En un país normal a Henrique Monteagudo se le consideraría, desde el punto de vista intelectual y argumental, un payaso. En un país con un régimen más bien totalitario que cercena ciertas libertades, sería uno de sus ideólogos más cutres.
PD La expresión o ramo la he escrito en cursiva, no me he atrevido a traducirla, no la había visto en gallego mi vida.