sábado, 21 de enero de 2017

Galicia Bilingüe apoya que el aeropuerto de Santiago pase a llamarse Aeropuerto Rosalía Castro



El Alcalde de Santiago de Compostela acaba de hacer una propuesta que desde Galicia Bilingüe apoyamos. Martiño Noriega ha planteado que se cambie el nombre del Aeropuerto de Santiago. El actual Aeropuerto de Lavacolla pasaría así a llamarse: Aeropuerto Rosalía Castro.

Personalmente me parece un acierto. El topónimo Lavacolla nunca me ha gustado; es de esas pocas palabras que fonéticamente me resultan desagradables; no la imagino como parte del léxico de un poema.  

En cuanto al significado del topónimo que actualmente da nombre al aeropuerto, el río Lavacolla aparece mencionado, escrito con b, en el libro V del Códice Calixtino. Aymeric Picaud, en su guía para peregrinos del S. XII dice...

...hay un río que está a unas dos millas de Santiago, en un paraje frondoso, que llaman Labacolla, porque en él suele la gente francesa que viaja a Santiago lavarse, no solamente sus partes, sino también, por amor a su Apóstol, la suciedad de todo su cuerpo, despojándose de sus vestidos

                                Imagen, J. Manuel Fanjul

Tenga o no el topónimo el significado que parece, lo que sí es cierto es que los peregrinos del camino francés solían detenerse aquí para lavarse y entrar así en Santiago con el cuerpo limpio y en cierto modo purificado para presentarse en la casa de su Apóstol.



Pero más allá de una cuestión de sonoridad o asociación más o menos escatológica del nombre actual, el cambio me parece acertado porque la figura de Rosalía Castro agrada, creo yo, a la inmensa mayoría de gallegos; es una escritora que concita cariño y respeto. Habiendo, además, nacido en Santiago, me parece más que justificada la propuesta del alcalde.


Rosalía nació en la zona donde ahora está la Plaza de Vigo. Hija de una mujer soltera y un sacerdote, tuvo una infancia desgraciada; su madre la dejó en la inclusa y, aunque unas sirvientas de la familia la recogieron, esa herida permaneció en ella sin curar durante toda su vida. A veces me pregunto si en cierto modo eso moduló su carácter de tal modo que la preparó para soportar al crápula que tuvo como marido, el nacionalista Manuel Murguía, un tipo retorcido y mala persona, que le dio a la pobre Rosalía muy mala vida.

Es curioso cómo el nacionalismo ha pasado por alto ciertos episodios de la trayectoria de Rosalía Castro. Estoy convencida de que han cerrado los ojos movidos por la necesidad de contar con un símbolo.
Rosalía era un buena poetisa; su importancia y excelencia como escritora está algo lejos de poder equipararse a la de otros literatos gallegos, todos ellos escritores en español, con Valle-Inclán a la cabeza, pero fue una poetisa relevante del romanticismo, y nos ha dejado una obra encomiable, de la cual, la mayor parte y además la más madura, la escribió en español, mal que les pese a algunos.

Pero el pasaje de su trayectoria personal ante el que el nacionalismo ha tenido que cerrar los ojos, tiene que ver con una carta, fechada en 1881, que dirigió a su marido. Rosalía había publicado previamente un artículo en Los Lunes del Imparcial, en el que hablaba de una costumbre primitiva que aún se practicaba en algunos pueblos costeros de Galicia, consistente en "prestar" una de las mujeres de la familia al marinero forastero al que se diera cobijo en la casa. Los defensores de las esencias patrias la habían criticado duramente por airear estas miserias de la tierra en público. Rosalía, harta de las despiadadas críticas de estos nacionalista antecessor, le dijo a Manuel Murguía que trasladara a su editor el siguiente mensaje:

Ni por tres, ni por seis, ni por nueve mil reales volveré a escribir nada en nuestro dialecto. 

Y cumplió su palabra. A partir de entonces, volvió a escribir en español y ya no volvería a publicar nada en gallego. Esa carta, cuya mención era tabú hasta hace poco, fue aireada por varias personas, yo entre ellas. Los nacionalistas respondieron con una sesuda reflexión: su obra en español destila amor por Galicia, es por lo tanto como si siguiera escribiendo en gallego. Qué tontiños son. No aceptan que los gallegos hispanohablantes podemos glosar las bondades de nuestra tierra con la misma pasión que los gallegohablantes. Y también podemos y debemos criticar aquello que no está bien, como hizo Rosalía en aquel artículo de El Imparcial. En todo caso, hay que señalar que fue muy meritorio que Rosalía hubiera escrito en gallego. Era algo inusual en su época que le dio un caché muy positivo a la lengua gallega.

Hace unos días leí unas divertidas declaraciones de la Directora de turismo de Galicia hablando de las buenas cifras de visitantes que se  contabilizaron el año pasado. Decía lo siguiente: " El récord no se dio por el buen tiempo, de hecho, nosotros somos defensores de la lluvia". Señora Nava Castro, tenemos un clima peor para el turismo que el de otros lugares, puede usted decirlo, no pasa nada, mujer. Y se lo dice una que adora la lluvia y el invierno.

Hala, feliz finde, feliz semana. No podré publicar comentarios, uno o dos tal vez. Tengo el tiempo ocupado al 99%. Un abrazo a todos.

2 comentarios:

  1. El despertador suena a las seis en punto. A las siete ya he recogido a mis compis de excursión y nos encaminamos al antiguo pueblo de Porquerizas, donde a las ocho menos cuarto nos tienen preparado un desayuno serrano: huevos revueltos con txistorra, pan de pueblo recién horneado y vino de la tierra. ¡De la Tierra Alta! Hay que joderse con el bodeguero, vino catalán. Pero hay que reconocer que estaba bueno.
    A las ocho en punto comenzamos la marcha. Está amaneciendo, y a poco más de mil metros de altura empieza a verse nieve por todas partes. Conforme vamos ascendiendo aumenta el grosor de la nieve, los árboles (pino albar) empiezan a mostrar esa estampa invernal y aparecen cargados de…. ¿piñas? ¡no!, de nieve. El día promete y un paseo por el monte en medio de un silencio turbador evoca sensaciones de placeres íntimos difícilmente descriptibles. A dos mil metros puedes llegar a hundirte en la nieve hasta la altura de la rodilla. Es posible que otros años haya nevado más e incluso antes, pero el panorama nos hace preguntarnos, y ¿qué hay de lo que decían los conspiranoicos del cambio climático?
    Resulta mortal que algún indocumentado, algún talismán de la demagogia, lleve años dando conferencias para asustar al personal, años clamando en el tubo catódico sobre el calentamiento global, años intentando vender como se derriten los polos, para que luego venga un invierno de pitiminí y mande todas sus teorías al aeropuerto de Lavacolla. Es decir, al carajo.
    Después de una mañana espectacular regresamos al pueblo. Acaban de abrir un restaurante asturiano y queremos probar alguna de sus especialidades. Yo me pido croquetas de queso de Cabrales y de segundo un cachopo que se salía del plato. El día se presentaba redondo, pero faltaban las sorpresas.
    Nos encontramos en una encrucijada histórica donde a resultas de nuestra actuación, o lo que sería peor, de nuestra dejación podrían ocurrir hechos lamentables. Verbigracia:
    “Durante demasiado tiempo un pequeño grupo en la capital de nuestra nación ha rapiñado la recompensa del Gobierno mientras que el pueblo ha soportado el coste. Washington florecía pero el pueblo no compartía esa riqueza. Los políticos prosperaban pero los empleos se iban y las fábricas cerraban. El establishment se protegía a sí mismo pero no a los ciudadanos de nuestro país. Sus victorias no han sido vuestras victorias. Sus triunfos no han sido vuestros triunfos. Y mientras lo celebraban en la capital de la nación, había muy poco que celebrar entre las familias que luchaban en todo el país”. Donald Trump.
    Esto decía ayer, sin ir más lejos, el nuevo presidente de los Estados Unidos. Años pensando que la arrogancia, la prepotencia y la petulancia era un mal endémico de cierta ciudad gallega y resulta que no, que también en los Estados Unidos tienen su dosis de efervescente localismo. Resulta que la demostración que vimos ayer en el National Mall no era para festejar el triunfo del marido de Melania, era para frenar la marcha avasalladora del centralismo washingtoniano (los picheleiros yanquis, para entendernos) por todo el país.
    En Washington prospera la casta. Tal vez habría que decir que prosperaba. Donde un grupo de lobistas ajenos a la realidad tomaban decisiones que hundían a todos los americanos. Lo mismo aquí, en la villa del Sar. Y ahora que vengan estos mangutas de la capital del despilfarro intentando vendernos la burra de la galleguidad cuando lo único que les importa es la prosperidad de su pueblo, mientras el resto de Galicia sufre estrecheces.
    Como parece que hoy solo verá la luz un comentario (o incluso ninguno) y en vista de que el mío tiene toda la pinta de no ser visualizado, juás, juás,juás, me voy a permitir enviar dos a falta de uno. Y de paso me desahogo.

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  2. Galicia necesita un Donald Trump.

    Lo cierto es que necesitamos un político que les baje los humos a los de la opulenta villa. Que alguien les explique de una forma sencilla - para que lo entiendan - a la par que amena - para que no se dispersen - que no por haber nacido en la tierra que - presuntamente - vio al apóstol (la mentira más grande jamás contada) tienen más derecho que el resto de los gallegos. Yo cuando escucho a algunos de la villa del Sar, más que vigués, a veces me siento mexicano. Solo falta que construyan un muro para defender su ciudad de los bárbaros del sur. Y cuando compruebo las migajas que le caen a mi ciudad, me siento subsahariano. Ni puerto, ni aeropuerto, ni ave, ni carreteras, ni nada. Aquí se practica el culto a la centralidad.
    Y después de una mañana proverbial, de una comida espectacular, me repantingo en mi sofá favorito, echo un vistazo a la prensa, reviso el correo y leo mi blog favorito. Casi me da un soponcio, hoy toca hablar de aeropuertos, y no de un aeropuerto cualquiera. Da igual que Rosalía naciera en Santiago de Compostela. De haber nacido en el barrio del Berbés también se la hubieran apropiado. Aquí tenemos un grupo de espabilados que se apropian de todo. De nuestra historia, de nuestro dinero, de nuestro trabajo. De todo. Imagino el deleite que producirá en la televisión del régimen, henchida de un fervor localista digno de mejor causa, la cantidad y calidad de horas que podrán dar de publicidad gratis sobre al emblemático aeropuerto. Y si de paso dejamos al borde del colapso a Peinador y Alvedro, miel sobre hojuelas. Hay que ver la clarividencia del localismo para vender un día sí y otro también sus productos en los medios de comunicación. Si hay noticia, la desvirtúan, la exageran, la tergiversan y si no hay noticia la inventan. ¡Buenos son los picheleiros!
    Si les faltan nombres para dar a conocer la arrogante pista de aterrizaje ahí les lanzo unos cuantos, y de manera totalmente gratuita: “Lavacolla Simpson y multiplícate por cero”, “Carencia de escrúpulos”, “Gerardo Conde Roa, valga la redundancia”, “Santiago, pedanía con pretensiones”, “Frena con seguridad en la cuna del irrefrenable localismo”. Y yo no quiero que le cambien el nombre al referente indispensable de la arrogancia compostelana. ¡Quiero que lo cierren! Empiezo a estar bastante harto del apoyo incondicional por parte de la Junta a todos los desvaríos de la villa parasitaria. Puestos a bautizar, también podrían llamarle a Galicia, Picheleirelandia. Sería un nombre un poco más enrevesado, pero le haría más justicia.
    Estoy cabreado al 99,9 %. Y no digo al 100% porque no me gusta exagerar. Llamo urgentemente a mi psiquiatra de cabecera. Le cuento por encima lo que me sucede.
    - ¿Me estás diciendo que hay un blog de libertad lingüística donde se habla de aeropuertos?
    - así es, Armando.
    - es más, ¿me estás diciendo que en ese blog hay un chalado, al que aparentemente yo conozco pero que tú te niegas a darme el nombre, que escribe habitualmente sobre aviones y aeropuertos?
    - correcto, Armando. ¿Tú crees que será contagioso?
    - hombre, Julito, lo tuyo lo llevas arrastrando muchos años, pero con medicación lo vamos controlando, pero esto del blog empieza a preocuparme. Vamos a ver, de momento, te voy a recetar un remedio casero, pero espero que resulte eficaz. Te vas a preparar un Donald Trump.
    - ¿y ezo que é lo que é?
    - es muy sencillo, agarras una copa de whisky, de las grandes, exprimes cuatro o cinco naranjas, le añades un par de bolas de helado de vainilla y luego un chorro de Drambuie. Según sean tus preocupaciones así será el chorro de Drambuie. Eso para empezar, luego esperemos que el Celta le gane a la Real Sociedad mañana por la tarde en San Sebastián, también conocida por Don-hostia. Y si todo eso no funciona, a ver si te puedo hacer el lunes un hueco en la consulta. Lo que de veras no entiendo es el contenido del post. ¿De verdad era necesaria esa dosis de crueldad intolerable?

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